6.- LETRAS MAS ALLA DEL DESIERTO


Arica estaba mas allá de la frontera norte del imaginario nacional del siglo XIX, ese imaginario que concebía el desierto como el vació en el contexto del barroco americano. Una tierra, ésta, la nuestra, ubicada mas allá de lo inhabitable, mas allá de lo estéril, de lo inhóspito de ese desierto que Vicuña Mackenna llamara “el país de la muerte”. En esa otredad, en esa otra rivera ese imaginario social con que Chile viera el descampado de Atacama, se encontraba, se encuentra aqueste poblado de Arica, ciudad en la que se gestan generaciones de escritores que les tocó en suerte vivir y escribir, formarse y publicar desde la otredad, mas allá de ese descampado en que terminaba Chile.
Los escritores del límite norte de Chile, de Arica y de la alta Parinacota, hoy se identifican en dos generaciones, una que correspondería, al decir de C Goic, a los nacidos de 1935 a 1950, y otra a los nacidos entre 1965 y 1980.  Y sí, hay un vacío, la ausencia de esa generación intermedia que la dictadura segó.  
Pero coincidiremos en que  las generaciones son conformadas por mas que la fecha de su nacimiento y una toponimia en suerte. La primera generación que mencionáramos es una generación de escritores que vigente, briosa y fecunda, hoy pervive en Arica pero que conoció una terrosa cuesta de Camarones infinita para aquellas citronetas, que les unía a un lejano Chile. Quizás por ello sus referentes culturales por el sur fueron las oficinas salitreras, el altiplano, al norte el Perú, y por supuesto el desierto lugar de procedencia de muchos de ellos.
Un desierto que no es lo mismo verlo, comprenderlo, desde el sur de nuestro país, que desde su frontera acá en el norte. Para esta generación de escritores la bohemia, la tertulia literaria, el campo o el hacinamiento citadino no era un leiv motiv como lo era para la literatura chilena de la época. La generación del 35 al 50 de Arica es una generación que escribe desde la invisible frontera obnubilada por ese desierto del que Benavides dice: “oprimía el ánimo e infundía pavor”. Esta literatura, escrita en esa otra frontera, suma a sus textos riesgos y amplitud, suma una interculturalidad y una estirpe chileno peruana, porque todo acto de escribir, de escribir literatura, se raigambra y expresa en una identidad, y ese es el valor que al día de hoy, inclusive, esta generación expresa y consolida. Mas que blasones literarios, premios y reconocimientos nuestros escritores ariqueños y de la alta Parinacota nos han aportado, fijando, dando brillo y lustre, pero también renovando nuestra idioma dentro de inciertas isoglosas, nos han aportado temas y nuevas lecturas de antiguos mitos. Un aporte invaluable en el proceso de consolidar nuestra identidad, una ayuda a reconstruirnos desde nuestra historia. Nuestros escritores locales producen una literatura que sigue siendo “un genuino producto de nuestro medio ambiento político y etnográfico” tal cual lo dijeran Molina y Araya en su “Selva Lírica” hace ya cien años. Es por ello que no es anecdótico ni gratuito el encontrar entre sus textos a un perro corriendo con un cartucho de dinamita atado al lomo por la ladera del Morro, referencias a “la china Supay” junto a Caribdis, o a Anita Ekberg y la importancia de un animal negro. Una generación para la que la asociatividad es un valor cardinal expreso en diferentes asociaciones como en su momento lo fue la SECH filial Arica en torno a Nelson Gómez León, “Vertizonte” con Rodolfo Khann pero una agrupación señera en este su periodo de producción, es “Rapsodas Fundacionales”, que en torno a José Morales Salazar y Luis Araya Novoa han logrado mantener viva la producción literaria.
La interculturalidad entendida como la suma de motivos y tópicos propios de la cultura aimara, como de la peruana y boliviana, una estirpe compartida por una generación que se reuniese en torno a la vida universitaria de fines de los años sesenta y principios de los setenta, y una amplitud idiomática que consigna giros dialectales y renovadas significaciones propias de una semántica distintiva, particular, son algunas características de los textos de estos escritores.
Omitidos los nacidos entre los años 1950 a 1965 que en Arica no se expresan como generación (aun cuando existan publicaciones de escritores nacidos en esos años) comenzó a vislumbrarse, a marcar presencia en torno a una editorial Cinosargo, y en menor medida “La Liga de la Justicia” una nueva generación de escritores. Tanto Cinosargo como Rapsodas Fundacionales han hecho un esfuerzo editorial estos últimos años, los Rapsodas el finalizar el año 2015 lanza en un día 16 publicaciones, una colección de libros de cuentos y poesías escritos por sus integrantes. Cinosargo en estos últimos cinco años logra difundir un catálogo superior a los 50 títulos. Súmese a ello ediciones particulares y otras financiadas por el Fondo del Libro esfuerzo de ambas generaciones que impactaron fuertemente en las estadísticas de la Cámara Chilena del Libro que en su informe del ISBN posicionó a nuestra región como la tercera con mas publicaciones después de Santiago y Valparaíso, considerando si la cantidad de habitantes, el año 2014; y en el año 2016, como la segunda después de Santiago.
Esta generación de escritores nacidos del 65 al 80 mas un grupo de ellos que podríamos entender como prematuros si seguimos fieles a Goic, y que publican en lo que sería su periodo de gestación, amparados muchos por Cinosargo, revitalizan el silencio de la generación ausente (del 50 al 65), una generación infértil y sesgada que coincide con el periodo de la dictadura militar y que destaca justamente por esta característica, en la historia literaria de nuestra región. El impacto cultural de la dictadura superó su periodo represivo. La región perdió a una generación de escritores, en términos de publicaciones por supuesto. Hubo escritores, los hay, pero no una generación con un corpus temático, homogénea, en que ni siquiera la diáspora les es común. Existe un periodo de ausencia de estilo nuevos o leivs motiv, lo que facilita que escritores nacidos antes del 50, continúen en vigencia hasta hoy, y co-existiendo en una relación directa con una generación subsiguiente, relación -discusión deberíamos decir, y a veces en tono bastante agresivo- expresa a principios de la segunda década del 2000 en correos electrónicos y facebook entre Cinosargo, e integrantes de Rapsodas Fundacionales y la SECH.
Esta generación del 80 es, en Arica y la alta Parinacota, una generación que por su vigor literario, por su pujante discurso en torno a una asertiva editorial pareciera querer escribir, querer llenar el vacío de mas de 15 años de una débil expresión literaria regional. Y decimos débil en oposición a masiva o polifónica.
Esta es una generación que escribe y publica a destiempo, prematuros muchos ya lo decíamos y si esto significara un aporte o una carencia y debilidad, con los años, (como aquel niño que aprende a leer de forma prematura) será algo que nosotros no lo sabremos.
De esta forma, extrañas e interesantes circunstancias literarias vivimos hoy en lo que específicamente es literatura en nuestra región. Encontrar en una mesa discutiendo en palabras duras, con gesto seco y severo, a una generación del 80 con una del 35.O enterarse de cometarios y opiniones en papel que se responden en la red. O libros de cuentos con expresiones y citas en inglés junto a libros de poesía en que se leen sonetos. O referencias al manga japonés y en otros a Juan Rulfo. O ambientados al sur de estados Unidos y otros en el altiplano. Con citas en anglosajón unos y en aimara otros. Situación ésta para un lector, a lo menos extraña, extraña e interesante, porque, aun considerando discusiones entre ellos, es un ejercicio de tolerancia ejemplar. Creo que es la particularidad de la literatura en estos deslindes, mas allá del desierto, sobre la frontera.
Esta nueva es una generación en formato digital, muchos de ellos nacidos digitales, que también semejante a la que la ante-antecede, asume la interculturalidad, la estirpe, la otredad en sus textos, pero que a diferencia de los otros, ha visto con meridiana claridad  y compromiso, mas allá de la frontera. Se ha buscado en el otro lado de la frontera. Esta generación, incluidos prematuros, nos permiten creer que finalmente superaron el atavismo endémico, y echaron a volar sin inquietarles raíz, complejo patrio ni gramáticas normativas. Y no me refiero a la clásica oposición entre generaciones que tan bien explica Goic, sino a una actitud que trasciende una cultura impuesta a esta región, durante la chilenizaciòn primero, durante la dictadura después. Una oposición también a la norma (a esa de F. de Saussure) y una superación –y esto mas como una hipótesis- del icono libro, como objeto de culto y terminal para cualquier escritor.
Hay una característica sí (una entre muchas) de esta nueva generación que no debiéramos omitir, eventualmente presente en sus obras, a saber: la violencia. Una expresión que les es común y manifiesta ya sea en el lenguaje, en sus contenidos, en sus referencias literarias, o en sus motivos. Una violencia que, debemos recordar y contextualizar, es cara a la mejor literatura hispanoamericana del siglo XIX, y que pareciera volver identificarse hoy en esa vieja dicotomía  entre civilización y barbarie remitiéndonos a la asertiva pregunta de Sergio Marras, sobre cuando, en que momento “pasamos de buenos salvajes a salvajes a secas”. Pero en términos mas actuales y literarios, es inevitable mencionar que en las oportunidades en que esta generación encamina su creación hacia una expresión estética construida sobre la violencia por sobre la expresión ética, acerca su obra a  lo que Hermann Broch define como kitsch.
Dicho lo anterior no debe entenderse ni quisiéramos dejar el falso estigma de la violencia como caracterizadora de esta generación, no; ya lo decíamos es una generación prematura y una generación con una fuerza señera, que incluso a cooptado autores de aquella incierta generación anterior. Si a la generación de 1950 a 1965 se la llamo en un momento “la generación del segundo libro”, esta es la generación que nació con un libro. Y una generación que ojalá los siga haciendo, muchos mas, y no sea la que migre a solo soportes digitales, (pero este último este ya es comentario personal, subjetivo y propio de mi generación).
Si, compleja es la situación de nuestra literatura regional, pues, como ya decíamos, conviven además de una variedad de temas motivos y lenguajes, dos generaciones perturbadoramente distantes; distantes en el tiempo, en decisiones respecto a sus soportes, a influencias, a la moral, a públicos, a la gestión misma de sus libros. Pero si de algo tenemos finalmente claridad, es que tras este desierto, tras el descampado de Atacama, en nuestra selva lírica, sino tupida ni con envergadura de bosque de araucarias, goza de una variopinta textura, acá, entre quebradas, la tierra es generosa, y si no exuberante hasta suele dar dos cosechas por año, dos cosechas de sabores diferentes pero ambos intensos que le entregan pertenencia y sentido a nuestra vida, mas allá del desierto.
Y, quizás, lo sustantivo sea recordar que una literatura regional, y en consecuencia una nacional, no la hacen dos o tres reconocidas y consistentes grandes obras, una literatura la conforma una serie de publicaciones, de diferente calidad, estilos y meritos, es lo que conocemos como el canon. Y de igual forma que un bosque está conformado por cientos, de árboles, hierbas y arbustos, una literatura existe como expresión de cientos de textos, algunos el otoño posterga, otros el verano publica. Y las estaciones pasan y sus obras cual hojas van secándose unas, y reverdeciendo otras, petrificadas todas, por la sal de este desierto, en la memoria de quienes viven en los confines de vuestro imaginario nacional.

R. Alejandro Pérez M.
Ref.- B Vicuña M “El Libro de la Plata” 1982, A Benavides, “Seis años de Vacaciones” 1988; en M Vicuña “La Imagen del Desierto de Atacama” 1995;  J Molina, J Araya “Selva Lírica” A Calderón, P. Lastra “Antología del Cuento Chileno”